La introducción, las ilustraciones y la conclusión (Lección 10)

domingo, 9 de febrero de 20140 comentarios

Es importante utilizar las ilustraciones al predicar

Durante toda la serie hemos aprendido sobre las estructuras de los sermones textual, expositivo, temático y biográfico. Paso a paso hemos visto cómo se concluye la armazón sobre la cual descansan los argumentos bíblicos de las enseñanzas que compartimos con la audiencia. Ahora es necesario complementar este cuadro con tres elementos fundamentales: la introducción, las ilustraciones y la conclusión.

La introducción

Todo tema debe tener una introducción apropiada, una vez se comparte la Base Escritural o Base Bíblica, y por supuesto, cuando hemos leído la porción sobre la cual realizaremos el análisis. Se trata de una síntesis de todos los aspectos que abordaremos en la predicación. Es la antesala o aperitivo, y por tanto, debe circunscribirse a marcar pinceladas de lo que todos escucharán a continuación. Su propósito fundamental es despertar interés.

Lo aconsejable es que, en cuanto a tiempo, oscila entre los tres y cinco minutos. A partir de entonces se puede tornar monótona, y si se quiere, contraproducente ya que los oyentes caerán en múltiples distracciones.

La introducción puede realizarse acudiendo a una pregunta o quizá, con una breve historia. Cualquiera que sea el recurso que se utilice, debe despertar inquietud y deseos de conocer qué sigue a continuación.

En caso que se incline por un relato, debe en lo posible, ser comprensible. Recuerde que si no es preciso al compartir la información, puede provocar confusión. Otra recomendación es que las frases sean cortas. Esto da mayor impacto a las palabras e incluso, despiertan curiosidad.

Las ilustraciones

Juegan un papel importante en la exposición del mensaje. Son las historias, anécdotas o narraciones que le permiten al oyente, entender que la Palabra de Dios tiene aplicación práctica en nuestro tiempo.

Un sermón debe contener un buen número de ilustraciones, aunque cuidando de no incurrir en excesos.

¿De dónde se obtienen? De muchas partes. Usted puede tomarlas de los libros que lea, de los hechos cotidianos que transmiten los noticieros de televisión, de la radio, de los diarios e incluso, de los argumentos que se manejan en las películas. El trato con las personas que le rodean, ofrece asimismo un excelente repertorio de ilustraciones.

Para no olvidarlas con facilidad, es aconsejable llevar con nosotros una agenda o libreta en la que anotemos cada hecho que, a futuro, nos puedan servir. Es recomendable también tener en cuenta los detalles, así parezcan irrelevantes. Pueden a la postre ser muy útiles.

Las ilustraciones tornan amena la enseñanza y se constituyen en una excelente herramienta para que la audiencia memorice o al menos, asimile los principios que recibieron a partir de la Palabra.

La conclusión

Imagine siempre un sermón como la experiencia de subir una montaña. Cuando ascendemos, lo hacemos despacio, cuidando en qué lugar pisamos. Asimilado a la predicación, es lo mismo que ocurre cuando compartimos los principios bíblicos acompañados de ilustraciones.

Una vez nos encontramos en la cima de la montaña, podemos caminar e incluso correr con confianza. Pero llega el momento en que debemos iniciar el descenso. En el caso del  mensaje, la conclusión es un segmento de suma importancia porque es allí cuando guiamos a nuestra asistencia al punto que, desde un comienzo, queríamos que alcanzaran.

Puede ser que hagan decisión de fe por el Señor Jesucristo o quizá, que apliquen en su vida cotidiana principios prácticos que hayamos compartido durante la exposición.

Es recomendable entonces, recordar en síntesis, cada uno de los puntos objeto de estudio en el sermón. Repetirlos de manera tal que se facilite aún más su asimilación por parte de los asistentes a la reunión. Debe hacerlo despacio, sin correr. Si bien ya está terminando su mensaje, es un tiempo que debe aprovechar para enfatizar aquellos aspectos que desea, queden grabados --con ayuda del Espíritu Santo—en el corazón y en la mente de los creyentes.

Así quedaría entonces la estructura del mensaje:

1.- Base escritural
2.- Introducción
3.- Desarrollo del tema (En el que se incluyen las ilustraciones).
4.- Conclusión

Le invitamos para que, en adelante, ponga en práctica estos senillos pero efectivos elementos cuando vaya a compartir la Palabra de Dios en su congregación.












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